Canales, omnipresente, tuvo la primera opción de gol, tras un jugadón de Montoya. Pero el gol sería de Rodrigo. El madridista es un punta polivalente y trabajador a quien le hacía falta reivindicarse. Dibujó el desmarque con habilidad y Pacheco le mandó el balón con precisión para que Rodrigo firmara el 0-1.
El público, bullicioso hasta entonces, enmudeció. No había por dónde hincarle el diente a España porque todo el equipo estaba su altísimo nivel, con nota para Thiago y Oriol. Sería casi imposible contar los balones que recuperó éste último.
De ahí al descanso, los de Milla mantuvieron la posesión sin agobios para desesperación del rival. El único riesgo era caer en un ritmo cansino y una superioridad mal entendida.
Francia sabía que tenía que cambiar algo, y presionó arriba desde el inicio de la segunda parte. Casualidad o no, así llegó su empate. Un balón largo, un malentendido y Sanu que resuelve ante la salida de Alex. Dos minutos antes España había rozado el gol, pero el pase de la muerte de Canales a Rodrigo lo sacó Faure.
Tocaba apretar los dientes, porque los anfitriones se habían venido arriba. Francia ya no era aquel equipo contemplativo que presenciaba el juego español. Ahora mordía, sin que el árbitro hiciera gran cosa. Bartra se marcó un jugadón que estuvo a punto de ser el 1-2, pero no iba a ser tan sencillo.
En una gran contra del jugador del Chelsea Kakuta llegó el 2-1. Su disparo lo sacó Alex, pero Lacazette anotó el gol en el segundo palo. Había poco tiempo, pero los de Milla ya no tenían temple. Francia defendió su ventaja y es la nueva campeona de Europa.
Pese al disgusto enorme, España debe ser optimista. Esta generación del 91 es extraordinaria en muchos sentidos. Saben a lo que juegan y, con oficio, volverán a ganar. Pueden volver a casa con la cabeza muy alta.
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